Hoy ha sido una de esas veces de brusco
despertar en las que durante todo el día pesa la desagradable sensación de un sueño efímero intentando escaparse por el rabillo del ojo, sobresaltado por un despertador repentino e inoportuno. Has pasado súbitamente del ensueño a la consciencia, sorprendiéndolo en su huida, y el sueño queda así atrapado en algún limbo a medio camino entre la vigilia y el letargo. Y después te pasas la jornada intentando capturarlo sin conseguirlo, al borde mismo de tus pensamientos, donde su sombra perturbadora no deja de agitarse. Sin saber por qué, sientes de manera irracional que es importante, pero el maldito se obstina en permanecer semioculto y elusivo en esa periferia adimesional. A veces cercano, a veces lejano, casi siempre inalcanzable.