Creo que ya he comentado en alguna ocasión que no veo mucha televisión. Por contra, aunque a lo mejor no es consecuencia directa, escucho bastante la radio. También puede ser porque es más fácil eso, mientras se está dibujando, que lo primero.
O costumbre, recuerdo que cuando era niña, me desayunaba con el Cola Cao y "La Saga de los Porretas".
Y ahora, por las mañanas, sigo encendiendo la radio en la cocina al tiempo que la máquina de café. Y luego en el coche, camino del trabajo o la universidad, se enciende solita, que está muy bien amaestrada.
Hoy no debí encenderla.
Esto hizo que se me atragantara el desayuno. Y como aún tengo mal sabor de boca y pocos ánimos, les remito
aquí para que sepan un poco mejor de que rayos hablo.
Por cierto, que algunos vecinos también mencionan (y opinan) sobre el asunto:
el dibujante y
Vendell
Y eso que lo veía venir con el cambio en la cantidad de horas académicas... pero un resquicio de ... ¿esperanza? ... me decía que no, que no se iban a atrever, que se suponía que éramos un estado laico, que uno puede elegir libremente su confesión, que patatín y que patatán.
Estaba ciega. Y además no quise entender lo que las campanas repicaban.