A contraluz

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    Arquitectura genial ("Endymion", Dan Simmons)

    Llegamos a la casa desde el otro lado del arroyo. Es difícil describir el edificio, pero lo intentaré.
    La casa estaba construida sobre una modesta cascada de tres o cuatro metros que caía en una laguna natural. Hojas amarillas flotaban en la laguna antes de perderse corriente abajo. Los rasgos más notables de la casa eran los techos delgados y las terrazas rectangulares que parecían colgar sobre el arroyo y la cascada como desafiando a la gravedad.
    La casa parecía estar hecha de piedra y cristal, cemento y acero. A la izquierda de la terraza había una pared de piedra de tres pisos con una ventana de similar altura. El marco de metal de las ventanas tenía color naranja suave.

    _ Voladizo _dijo Aenea.
    _ ¿Qué?
    _ Así llama el arquitecto a esas terrazas colgantes. Terrazas en voladizo. Imitan los bordes de piedra caliza que han existido aquí durante millones de años.

    Me detuve para mirarla. La nave había quedado detrás de la arboleda.

    _ Es tu casa _dije_. La casa con que soñaste antes de nacer.
    _ Sí _dijo Aenea. Le temblaban los labios_. Ahora conozco su nombre, Raul. Fallingwater.

    Asentí y olí el aire. Había un intenso aroma a hojas descompuestas, plantas vivientes, suelo fecundo, agua y especias. Era muy diferente al aire de Hyperion, pero olía a hogar.

    _ Vieja Tierra _susurré_. ¿Es posible?
    _ Sólo... la Tierra _dijo Aenea. Me tocó la mano_. Entremos.

    Cruzamos el arroyo por un puentecillo, subimos por una calzada de grava y atravesamos una arcada y un corredor estrecho. Fue como entrar en una acogedora caverna.
    Deteniéndonos en la amplia sala, llamamos, pero nadie respondió. Aenea recorrió el recinto como en trance, pasando los dedos por la madera y la piedra, soltando exclamaciones a cada pequeño descubrimiento.
    El suelo estaba alfombrado en algunas partes, y en otras era de piedra desnuda. Había anaqueles cubiertos de libros, pero no me detuve a mirar los títulos. Vi anaqueles de metal bajo el techo, pero estaban vacíos. Tal ve sólo fueran un elemento decorativo. Un enorme hogar de piedra cubría la otra pared, tal vez la cima de la roca donde la casa parecía estar posada.
    Un fuego crepitaba en el hogar, a pesar de la calidez del soleado día otoñal. Llamé de nuevo, pero el silencio era intenso.

    _ Nos esperaban _dije, en un intento de broma. La única arma que ahora tenía era la linterna láser.
    _ Sí, nos esperaban _dijo Aenea.

    Fue hasta el costado del hogar y apoyó las manos en una esfera de metal que estaba apoyada en un nicho semiesférico de la pared. La esfera tenía un metro y medio de diámetro y estaba pintada de rojo.

    _ El arquitecto diseñó esto como una cacerola para calentar vino _murmuró Aenea_. Sólo se usó una vez... calentaron el vino en la cocina y lo trajeron aquí. Es demasiado grande. Y quizá la pintura sea tóxica.
    _ ¿Es el arquitecto que buscabas? ¿El arquitecto con quien pensabas estudiar?
    _ Sí.
    _ Creí que era un genio. ¿Por qué fabricaría una cacerola demasiado grande y demasiado tóxica?

    Aenea sonrió burlonamente.

    _ Los genios la pifian, Raul. Mira nuestro viaje, si necesitas una prueba. Ven, echemos un vistazo.

    Las terrazas eran encantadoras, la vista desde la cascada agradable. Por dentro, los techos eran bajos, pero eso aumentaba la sensación de atisbar el verde mundo del bosque desde una caverna. De nuevo en la sala, un escotillón de vidrio y metal se prolongaba en peldaños, sostenidos por barras desde el piso
    de arriba, que con­ducían a una plataforma de cemento desde donde se veía el arroyo encima de la cascada.

    _ La rampa _dijo Aenea, como si encontrara algo muy familiar.
    _ ¿Para qué es?
    _ Nada práctico. Pero el arquitecto la consideraba... "absolutamente necesaria desde todo punto de vista", en sus propias palabras.

    -- De Endymion, Dan Simmons --

    2003-03-18 18:33 | Categoría: Libros | 0 Comentarios | Enlace

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