La cosa ha sido, más o menos, de la siguiente manera. Para conseguir cierto trabajo, necesitaba convalidar unos cuantos créditos de libre elección. Es decir, pagarlos.
Para poder pagar los créditos, necesitaba un trabajo decente. (O atracar un banco, pero aún no estoy tan desesperada; casi, pero aún no).
Quizá sea yo sóla la que vea que hay un problema burocrático ahí.
El caso es que recibí a la burrocracia con una porta gayola y, durante todo el mes pasado, me dediqué a torearla como mejor pude dentro de los límites que ella misma permite. Un montón de verónicas al principio y un par de chicuelinas un poco más tarde, para finalmente acabar con una gaonera y unos faroles. Todo muy light, porque lo que de verdad me hubiera gustado habría sido aplicarle la suerte de varas y unas pocas banderillas.
Sin embargo, creo que al final, he salido bien librada al haberme ido directa al último tercio, el momento supremo. Y así, he dejado mi viejo empleo de chica de ciber, que durante todo el mes pasado compaginé con un nuevo empleo en un estudio de arquitectura, dónde estaré de ahora en adelante... y hasta que soplen vientos nuevos.
See you!
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