Soñolienta por el madrugón después de tantos días de relax, esta mañana salí a la calle envuelta aún en telarañas oníricas que, al contacto con la niebla, se deshacían en hilachas vulnerables al olvido, inexorable y lentamente.
Normalmente se van desprendiendo con desgana, aferrándose a cualquier ilusión que pase desprevenida por el borde de la consciencia. Pero hoy, habiendo decidido jugar, el viento me esperaba escondido y burlón a la vuelta de la esquina, y me sopló en la cara repentinamente, con fuerza, arrancándome a la vez mi foulard cuajado de estrellas y una carcajada de fuerza siete en la escala de Richter. A esta siguieron las correspondientes réplicas mientras trataba de recuperar el foulard, ahora en poder del viento, corriendo esquivo delante de mí. Antes de conseguirlo, perdí cualquier retazo de los sueños de la noche. Y también el bus.
Pero la sonrisa ya no me la han podido quitar en todo el día. Incluso me descubrí cantando* bajito la canción que había empezado a sonar cuando me subí al siguiente bus.
Vale que el hecho de que se tratara de "La Costa del Silencio", del disco
Gaia de
Mago de Oz, ayudó mucho, pero la verdad de la milanesa es que me encanta sentir el viento helado en la cara, revolviéndome el pelo. Sobretodo si huele a mar. Y nunca puedo evitar reirme cuando me sorprende como hoy.
La letra es la que sigue y, cuando la hayas leído, no necesitaré explicarte
de qué habla.
El mar escupía un lamento
tan tenue que nadie lo oyó.
Era un dolor de tan adentro
que toda la costa murió.
Llora lamentos la nube que enfermó
y escribe espantos en la arena el dolor.
Arrulla el miedo a un delfín que bebió
de un agua negra, su suerte emigró.
Ven, quiero oír tu voz,
y, si aún nos queda amor,
impidamos que esto muera.
Ven, pues en tu interior
está la solución,
de salvar lo bello que queda.
Donde se acomoda la usura
nacen la ambición y el poder,
y este germina en la tierra,
que agoniza por interés.
Y una gaviota cuentan que decidió
en acto suicida inmolarse en el sol.
Ríe desprecios un barco que encalló,
y se desangra en su lecho: LA MAR!
Hagamos una revolución,
que nuestro líder sea el sol,
y nuestro ejército
sean mariposas.
Por bandera otro amanecer
y por conquista comprender
que hay que cambiar
las espadas por rosas.
Mientras te quede aliento
ve a buscar con el viento
ayuda, pues no queda tiempo...
Ahora he metido en la cocktelera algo de
Black,
Blondie,
D. Bowie,
T. Turner y
Roxette, que escucharé ahora, mientras preparo la cena. Por eso debo dejarte ya, aunque pronto te escribiré de nuevo.
Burbujas y estrellas sobre tí.
*Sí, yo.