A los seres humanos siempre nos ha gustado jugar a ser dioses. Y sin embargo, ahora que
las cinco del viernes me dan la oportunidad, encuentro que
no hay nadie sobre el planeta a quien, si pudiera, le concedería la inmortalidad.
¿Por qué? Pues porque no conozco a nadie que se lo merezca. No, nadie está tan sólo que pueda permitirse el lujo de vivir eternamente viendo como todo lo que ama pasa como una brisa pasajera. No le haría eso a nadie que me importe. Pero la salud completa y absoluta durante toda la vida se la concedería a todo el mundo.
Lo que si
me gustaría es resucitar a Jesús de Nazaret. Querría tener la oportunidad de escucharle a él, sin las interpretaciones (tendenciosas o no) que se han hecho de sus palabras. Querría tener la oportunidad de interpretarlas yo misma para mí misma. Claro que eso de querer hablar con alguien sin intermediarios es algo obsesivo, me parece. Si pudiera,
hablaría durante horas con Lulla, con David Bowie, con Zaha Hadid. Mejor dicho, escucharía durante horas todo lo que quisieran contarme.
Por otro lado, y pensándolo mejor, creo que me gustaría
devolver la vida a todas y cada una de las personas que han muerto por ayudar a los demás. Ellas si que se lo merecen.
Cambiando el enfoque de la cuestión (unos 180 grados), espero que nadie me quiera tan mal como para desearme la inmortalidad. Como no estoy muerta, no creo que nadie haya pensado en resucitarme (o en clonarme XD). Y no puedo imaginar que alguien desee estar en mi lugar, a pesar de que yo
no me cambiaría por nadie del mundo. Ya lo decía el chiste: "¡Virgencita, virgencita, que me quede como estoy!"