Lo que es dormir, debe hacerlo como un bendito. Pero, desde luego, roncar, ronca como un condenado. ¿Y quién puede dormir oyendo a un condenado?
Para dar una mejor idea del asunto, y siguiendo con las metáforas clásicas, diré, aún cuando desconozco su profesión, que lo hace (roncar) como un camionero. Más aún, como un camionero con profunda experiencia, a juzgar por la potencia y ritmo de las sonoras inhalaciones. Y más aún, estoy segura de que, de ser camionero realmente, lo sería de uno de esos trenes de carretera con dos (o más) remolques. O sea, un bicho de los grandes.
Al principio, creía que se trataba del vecino nuevo del piso de arriba. Pero no.
Es el vecino nuevo del piso de enfrente. Y cuando digo enfrente, quiero decir que hay toda una caja de escaleras y un patio entre su piso y el nuestro. Es decir, que si trazásemos un plano vertical imaginario que pasara por el centro de dichas escaleras y el centro del patio, su vivienda resultaría una perfecta imagen especular de la nuestra respecto de ese plano. Dicho de otro modo, ese es el patio al que asoman ambas cocinas, la suya y la nuestra; dos cuartos de baño, el suyo y el nuestro; y sendos dormitorios, el suyo... y el mío.
Sí, con todo ese patio y esa caja de escaleras por el medio... aún así... se oye.
Probando a ponerme tapones de algodón en los oídos... pues también se oye.
Con los algodones y la almohada encima de la cabeza... se-sigue-oyendo.
He probado hasta a ponerme música con los cascos. Tampoco-ha-funcionado.
Y ya no puedo soportarlo más. En cualquier momento cruzaré la línea de mi extraño sentido de la cortesía. Cruzaré, digo, los dos metros y pico que separan nuestra puerta de la suya, para llamar ci-vi-li-za-da-men-te y pedirle por-fa-vor que CIERRE LA JODIDA VENTANA DEL DORMITORIO POR LAS NOCHES!!!
Publicado originalmente: 2003-08-25